“Penín ajusta sus pulsiones a la sombra de su pasión, con el fin de avanzar a lo largo de la senda de los venideros tiempos / Las cosas fugaces se vuelven eternas, y los paisajes tan emocionantes como los siglos que fluyen / Que de vez pinta o dibuja los decorados de su vida, de su infancia, de sus orgasmos, con la esperanza de recobrarlos más tarde conforme con sus deseos en su memoria / Concibe su obra como un extravío de lucidez. La felicidad duerme con una sonrisa de fiera, los ojos entornados / Forma y fondo, espíritu y delirio, de todo punto semejantes, se unen para hacer uno / Dominando sus temores, deja en el olvido los infortunios, la inutilidad y pinta / Las formas, despertando su espíritu, se lo llevan hacia un mundo de voluptuosidad y de estética donde todo parece situado bajo la misma estrella / Sediento de eternidad Penín aspira a permanecer, lividinosamente, cara a cara a solas con su creación / Delante de su obra, su existencia, a veces, es tan bella como superflua / Sus crepúsculos son menos resplandecientes que sus albas, pero todos ellos cantan alabanzas / Se diría que sus creaciones nos miran con mansedumbre y encantamiento. Cuando el sol pone término a su estancia, Penín convoca las bodas de la sombra y de la noche por su arte del espasmo y del frenesí.
“Fernando Arrabal”